De lo perdido.

Creo que una persona se define tanto por lo que tiene como por lo que ha perdido. Por eso algunas historias hablan solo de una pérdida, porque esa pérdida define por completo una vida.

Hay historias que solo se pueden contar por su ausencia. Debo rodearlas, contar su reflejo en otras.

Tengo un cuento de Jean Rhys en mi repertorio que me intriga. Lo escogí porque tiene un momento bellísimo en el que una canción suena desde la celda de castigo y la voz no se queda entre los muros. Parece romperlos. Pero también lo cuento porque la protagonista se me escapa. No puedo verla bien. Hablo de objetos: su maleta, una casa al final de una cuesta, el hombre que le deja ocuparla,vasos rotos en el suelo de una cocina llena de sombras, el árbol fuerte y hermoso que se ve desde esa ventana, ocupando todo el jardín.El hombre que va a verla le compra solo  botellas porque ella no tiene hambre. «Come, le dice antes de irse con prisa, no me gustas tan flaca.» Cuento la risa de ella, desafiante, las manos apoyadas en las caderas, el cuerpo inclinado hacia atrás cuando su vecina le insulta desde una ventana. Cuento sus manos agitándose nerviosa ante ella cuando intenta explicarse ante el juez. La cárcel que es un castillo, una celda pequeña en enfermería desde la que se ve un árbol flaco y una mañana que logra salir al patio, la canción. Una voz que está a punto de romperse cantándole que no se rinda. Ella piensa que si esa canción la acompañarán cien mil trompetas, los muros de todas las cárceles caerían.

Eso cuento a veces, lo que se me escapa pero habla de vida.